viernes, 27 de marzo de 2009

Lovecraft dará el salto a la gran pantalla

Todavía no se ha publicado y ya la van a llevar al cine, las adaptaciones en Hollywood van más deprisa que las plumas de los que tienen que escribir las obras originales. Lo cual no quiere decir que la realización de una peli sobre Lovecraft no sea una gran noticia.

Me refiero a la novela gráfica The Strange Adventures of H.P. Lovecraft, obra de Mac Carter y Jeff Blitz que no sale a la venta hasta el próximo 8 de abril.


Parece ser que Universal Pictures ha adquirido los derechos sobre el original y los va a poner en manos de Ron Howard para que sea el siguiente proyecto de este afamado y extrañamente afortunado director después de despeñarse otra vez, casi seguro, con Ángeles y Demonios.

El hecho de que sea Ron Howard el que lleve a Lovecraft al cine en lugar de un Guillermo del Toro, Peter Jackson, Tim Burton o, por decir, Zemeckis, no me llena precisamente de esperanza, más bien de la duda de quién interpretará a genial escritor de Providence, sin Tom Hanks o Russell Crowe, pero en fin, ya sabemos que la calidad del resultado no suele ser tan valorado por los productores como lo rimbombante de los nombres en el cartel.

El cartel se ve antes, el resultado sólo una vez pagada la entrada.


El caso es que The Strange Adventures of H.P. Lovecraft va a narrar la juventud del visionario escritor así como sus vivencias durante la lectura del Necromicón. En concreto trata de un joven y enfermizo Lovecraft, doliente además por un amor no correspondido y en cuyas manos caerá un anciano y misterioso libro. Desde el momento en que empieza a leerlo comienza a sufrir terribles pesadillas y alucionaciones que de repente cobrarán vida propia.

Es imposible preveer el resultado de un proyecto que apenas se acaba de anunciar. Sólo me cabe esperar que Universal consiga que The Strange Adventures of H.P. Lovecraft funcione, que no sufra problemas de producción y se retrase hasta 2032 sino que sirva para poner al día, reactualizar y tal vez inaugurar una etapa en el cine fantástico protagonizada por el maestro Lovecraft.

Read more...

miércoles, 25 de marzo de 2009

Monstruos de Papel: Jekyll y Hyde


Pocos personajes de la literatura universal son tan malvados, tan diabólicamente salvajes como el Doctor Jekyll o, más exactamente su alter ego Mister Hyde.

En 1886 -una vez más, fines del siglo XIX- Robert Louis Stevenson supo crear un icono de la medicina psicológica, un mito de la literatura policiaca y de misterio y un personaje cinematográfico explotado de mil maneras diferentes. Su novela, todo un clásico: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

No hace mucho hablaba de las peculiaridades que llevaban a algunos de estos Monstruos de Papel a ser lo que son. Comentaba que Drácula era un monstruo por la maldición que había adquirido al morir, o que la Criatura de Frankenstein era así por cómo un científico con delirios de grandeza le había fabricado. El Hombre Lobo es un ser enfermo, condenado a su destino semianimal, pero hay otros, como El Hombre Invisible, que son lo que son porque se lo han buscado.

Quizá sea éste, el científico trastornado que falla en su experimento y queda sometido a su poder, el que más pueda parecerse al personaje de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, quizá, pero no exactamente.


Porque al contrario que el Hombre Invisible y algunos otros, no es un accidente lo que convierte al Doctor Jekyll en un engendro sin moral ni ataduras sino algo mucho más terrible que eso, que deriva directamente del entorno y ambientación que Stevenson pretende y consigue dar a su novela.

Estamos en plena época victoriana, en Londres, por supuesto. Las apariencias y la imagen lo son todo para una sociedad inglesa anclada en anticuadas tradiciones, en anquilosados estilos de vida y decadentes estereotipos que en realidad ocultan un sustrato mucho más zafio y mísero que da como resultado, por ejemplo, que pueda existir un personaje tan real como Jack El Destripador.

Caballeros y damas de día, vicios y libertinaje -eso sí, ocultos- por la noche.

No es de extrañar que en este clima de frágil superficialidad y apariencias un escritor con la imaginación desbocada de R.L. Stevenson empezara a preguntarse por esa dualidad entre el bien y el mal que habita en cada hombre. Así nacieron el ambicioso Doctor Jekyll y el malvado Mister Hyde.


¿Por qué digo que pocos personajes de la literatura de horror son tan explícitamente malvados? Pues porque Mr. Hyde es desde su nacimiento un retrato, una recreación del mal en sí mismo. Representa la cara oculta, la parte oscura del ser humano, esa zona reprimida por los sentimientos de culpa, por las normas y moral sociales y por el miedo a la represalia. Mister Hyde es todo lo malo que un ser humano querría ser.

Imbuído por esa sociedad aparente, el Doctor Jekyll se pregunta cómo sería poder dar rienda suelta a todos sus deseos, a todas esas conductas que el mundo victoriano entendería como inapropriadas, viciosas, deplorables, y se pregunta, además, cómo hacerlo escapando de las garras de la justicia.

La novela de Stevenson nunca aclara qué conductas son las que quiere practicar Jekyll pero a juzgar por las pistas y por lo que conocemos de ese Londres de finales del XIX podríamos estar hablando de robo, asesinato, prostitución, sodomía, homosexualidad, drogas...

El Dr. Jekyll consigue dar con una pócina, una misteriosa combinación que incluye determinadas sales, que es capaz de inhibir su parte racional, de resaltar su zona oscura, de camboar incluso su fisonomía y de otorgarle además un incremento de fuerza, de astucia y de agudizar su inteligencia para el mal. Convertido en Mr. Hyde podrá salir cada noche por esa puerta trasera de su laboratorio, cometer todas las fechorías que quiera y al regresar hacer desaparecer completamente al culpable.

En un principio esas transformaciones serán siempre controladas, derivadas del uso de esa pócima adictiva y perversa, pero poco a poco empezarán a asaltar a Jekyll sin previo aviso, cada vez más frecuentes, poniendo en peligro su identidad y su cordura, convirtiendo a Hyde en un ser incontrolable. Se le terminará su provisión de pócima maestra, preparará más pero ésta no surtira el mismo efecto, algún ingrediente falla. Ante la terrible perspectiva de verse abocado a pasar el resto de sus días convertido en su mayor pesadilla, el Doctor Jekyll solamente hallará una salida.

Así transcurre a grandes rasgos El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, una de las novelas más influyentes de la literatura gótica o de Terror, un ejemplo de obra maestra ligada al género policiaco cuyo temática y transfondo psicológico ha servido tanbién para el estudio de muchos trastornos de la psique humana.

Porque más allá de la novela de suspense está el análisis de la dualidad psicológica entre el bien y el mal, del desdoblamiento de personalidad, de los trastornos esquizofrénicos y hasta de la represión sexual y los deseos ocultos, tocando de lleno las raíces del psicoanálisis.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es mucho más que una novela de Terror de finales del XIX, nos presenta unos personajes psicológicamente activos incluso hoy en día. Ejemplos hay miles, desde los personajes de El Club de la Lucha hasta la dicotomía bien/mal que atenaza a Darth Vader/Anakin Skywalker, pasando por seres de cómic como Hulk o de teleserie como la Nikky Sanders de Héroes.

El mito de Jekyll y Hyde está vigente hoy y lo estará siempre, representando ese momento en que por una razón u otra nuestra parte mala toma el control y se apodera de nosotros mismo. Recordándonos que el peor Terror es siempre el que surge del interior del ser humano y que cualquiera, por muy respetable o adorable que sea, puede convertirse de repente en villano.


Mil veces adaptados, versionados o recreados en teatro, televisión o cine, el Doctor Jekyll y Mister Hyde son un par de verdaderos Monstruos de la literatura.

Read more...

lunes, 16 de marzo de 2009

La Sirena


El mar estaba quieto y plano como un plato de sopa. De sopa fría, helada, Bea no dejaba de quejarse de que no había podido bañarse. Fernando estaba al timón mientras Paco se sentaba a un lado en la popa consiguiendo por fin contener las náuseas. La brisa empezaba a ser fresca y parecía ayudar, agitaba la escuálida bandera de proa y meneaba el cabello rojizo de Bea.

-No puedo entender que sigas mareado –comentó Fer desde el volante. Paco apenas alzó la mirada, esos ojos cansados que ya de por sí parecían enfermos, y se incorporó para llegar junto a su amigo. Bea le miró divertida mientras casi se caía por la borda en el intento.

-No estoy tan mal –gruñó-. Ha sido al ponernos en marcha. En cuanto mi estómago se estabilice se me quitarán los males.

Fernando miró a Bea de soslayo y ella le dedicó una sonrisa.

-Bien –dijo-. Quédate por aquí y mejórate. Bea se encargará de revisar las cañas y los aparejos.

La muchacha no rechistó. Ése era el trabajo que le habían asignado a Paco, pero en visita de su estado era mejor sacrificar unos minutos de sol y de bronceado. Era la primera vez que lo convencían para sumarse al yate de Fernando y no habían hecho más que salir de puerto. Demasiado temprano para agobiarle y tener que dar la vuelta.

-Siéntate –exigió Fer con vehemencia. Paco andaba por el barquito dando tumbos y tropezando con todo. Alto y espigado, parecía un junco zarandeado por el viento. Fernando, más bajo pero también más fuerte, se aplicaba con el timón como un verdadero experto. El barco de su padre no tenía secretos para él. Mar adentro el vaivén podría ser más fuerte, sólo podía confiar en que Paco lo soportara, así que le mintió-. Siéntate y bebe agua. Pararé en cuanto podamos para echar las cañas y no tendrás que bambolearte más. Pero ahora para o acabaremos todos en el agua.

Paco se dejó caer sobre el borde de la bañera como en una carrera por etapas: del panel a un cabo, del cabo a la barandilla, parada en la mesa para recuperar el equilibrio y caída de bruces buscando dónde agarrarse. Por su parte Bea terminó de preparar los aparejos y se acercó hasta Fer con una cerveza fría. Acarició con un dedo la cicatriz de su ceja izquierda y le dio un beso suave en los labios.

-Me temo que el día de pesca no va a ser como esperábamos –dijo, señalando con la cabeza a donde estaba Paco, más pálido y taciturno de lo que ya era costumbre.

-Es posible –asintió Fernando.

Sus miradas se apartaron de su amigo y se perdieron en la inmensidad del océano. Una vez dejados atrás los muelles y pantalanes, el enorme azul se abría ante ellos como un velo infinito de seda. La redondeada cala se hacía cada vez más pequeña a su izquierda.

Bea besó la nuca de Fernando y se dirigió a la popa guiñando un ojo a Paco al pasar por su lado. Sacó una pequeña radio portátil de uno de los cajones y la puso en marcha sobre la mesa. Kid Rock empezó a cantar Sweet Home Alabama all day long.

-Lo que faltaba –gruñó Paco.

- ¿Demasiado alegre para ti? –le contestó Bea. Se quitó la camiseta de tirantes y empezó a bailar ante él tan sólo con el bikini y el pareo. Ciertamente a Paco se le empezaban a pasar los males- ¿Te vas encontrando mejor?

La chica se echó a reír y le plantó un beso en la boca. Cuando le volvió a dejar respirar el chico tenía mucho mejor color.

-Ey, ey, ey. A ver qué está pasando ahí –dijo Fer desde la proa-. Mira, no vaya a ser que para animarlo termines por causarle un infarto.

Bea subió entre risas el volumen de la música. Verla bailar y una coca-cola hicieron que la sangre de Paco volviera a fluir sin problemas. Minutos después se atrevió a ponerse de pie y regresar al timón junto a Fernando.

- ¿Estás mejor? –le preguntó éste. Paco asintió.

-No tentemos a la suerte. ¿No decías que ibas a parar enseguida?

-Sí, es cierto. Hay bancos de peces un poco más adelante –Fernando miró hacia atrás y perdió el hilo de la conversación observando a Bea contonearse en la bañera. El sol arrancaba destellos naranja de su melena rojiza y el sudor hacía brillar la piel sobre el tatuaje de su cadera. Un rizo golpeaba al bailar contra su nuevo bikini. Sus miradas se cruzaron y Fer la retiró, nervioso. Volvió a dirigirse a Paco-. ¡Por fin aprenderás a pescar!

-Qué emoción –contestó el otro-. Oye, ¿qué es eso?

Fernando guió la mirada hacia donde le apuntaba Paco. Tuvo que entornar un poco los ojos pero enseguida distinguió la sombra alargada recortada contra el horizonte.

-Otro barco. Un pequeño velero.

-Estará pescando, también.

-No lo creo. Es muy pequeño. Además, no lo había visto nunca.

-¿Entonces?

-No sé. Es raro…

Bea dejó de bailar y se acercó hasta ellos.

-¿Qué sucede? ¿Por qué están de repente tan serios?

-Paco ha encontrado un barco –contestó Fernando.

-Sí, y éste se cree que es la Perla Negra.

Bea sacudió la cabeza y les miró a ambos.

-¿Perdón?

Fernando se echó a reír.

-No sé lo que es, pero está muy cerca del banco de peces al que vamos. Lo descubriremos al pasar.

Paco volvió a sentarse y Bea regresó a la mesa junto a la radio. Buscó en el dial de las emisoras hasta que encontró a Beyoncé. Era un éxito viejo pero lo bailó con la pasión del primer día.

-No bebas más –le dijo Paco.

-Todavía no he empezado –replicó ella sugerente.

Continuaron navegando hacia el banco de peces y hacia aquella sombra que flotaba en el agua. Paco observaba subir y bajar las caderas de Bea mientras Fernando tenía clavada la vista en el mástil de vela arriada que iba tomando forma ante ellos. La silueta de un velero de poca eslora que por alguna razón le daba tan mala espina.

Cuando estaban a pocos metros de la misteriosa embarcación Bea desconectó la radio y los tres se asomaron a estribor. El velero era más chico que el yate de Fernando, era todo blanco con una fina línea azul decorando el casco, no tenía nombre, ni enseña, ni bandera. Un único mástil central y una vela caída, un pedazo de tela que incomprensiblemente no era sacudida por el viento. Todo el barco estaba en silencio, no había ropa, ni toallas ni nevera a la vista. El timón se mecía de un lado a otro y no había ancla tampoco, pero sin ningún sentido el velero no estaba a la deriva. Quieto, silencioso, etéreo. Sobre la proa, tumbada al sol con un bikini blanco, parecía dormir una sirena.

-¿Qué carajo..? –murmuró Paco.

Fernando guió el timón hasta rodear la proa del velero y ponerse frente a la joven. No era tal sirena, claro, tenía sus dos pies y sus dos piernas, pero la sensación al mirarla era de que desprendiera algo especial. Estaba allí, pero como si no estuviera, era real, o no.

Levantó la cabeza al oír el motor del barco. Era guapa, preciosa, su pelo, entre castaño y dorado, coronaba con rizos como rayos de sol una piel morena y brillante. Una boca ancha, rosada, una sonrisa limpia bajo unas grandes gafas de sol negras. Su cuerpo era voluptuoso y proporcionado, la fina tela de su bikini se ceñía a sus formas como una extensión de su piel. Les sonrió y se retiró las gafas. Sus ojos de almendra eran grandes y brillantes como el día.

-¿Todo bien? –le gritó Fernando– Parece que tenga algún problema.

La chica se limitó a sonreír.

-Qué tía más rara –murmuró Bea, desconfiada. Fer se rascó la cabeza.

-No parece enterarse de nada. Debe ser guiri o algo.

Paco dio un paso atrás y se sentó en la mesa. Empezaba a marearse de nuevo.

-Déjalo –dijo-. La chica está bien. Vamos a por esos pescados.

-Peces, bruto –le corrigió Bea-. Pero sí, vamos. Deberíamos irnos.

Fernando seguía asomado a la barandilla de estribor. Los ojos de aquella sirena se clavaban en los suyos como si quisieran decirle algo.

-¿Tu barco está bien? –volvió a gritar.

Los otros se llevaron las manos a la cabeza. La chica no dijo nada, se limitó a mirarle y deslizó una mano por su cuello como si se apartara una gota de sudor del pecho.

-Voy a ir a ver –dijo Fernando, y empezó a virar el timón para acercarse más al barco. Bea le miró extrañada.

-¿Qué? ¿Por qué? Déjalo, es un velero. Si tuviera algún problema de motor podría regresar a golpe de viento.

Fer no se giró para mirarla, estaba demasiado concentrado en aproximarse a esa joven.

-Apenas hay viento –dijo-. Si no le echamos una mano podríamos estar abandonándola a la deriva.

-¿Y por qué no dice nada? –añadió Paco.

Cuando el barco de Fer casi tocó el casco del de la joven el chico entrelazó un cabo de barandilla a barandilla. La primera en cambiar de embarcación fue Bea, después subió Paco con la ayuda de Fernando. La misteriosa mujer bajó del mascarón de proa y se dirigió a saludarlos. En la proximidad era mucho más espectacular, su belleza era radiante.

-Hola –le saludó Fernando, le estrechó la mano y le dijo sus nombres-. Pensábamos que quizá necesitases ayuda.

Ella no contestó, les transmitió por señas que no podía hablar, se llevó la mano al pecho indicando que era capaz de emitir sonido. Decoraba su garganta con una gargantilla dorada con unas letras engarzadas, parecía nerviosa, jugaba con ella entre los dedos.

-Lamia –leyó Paco-. ¿Es tu nombre?

La joven asintió. El muchacho estaba convencido de haberlo oído antes en algún sitio, sin embargo… era tan difícil pensar en presencia de esa joven.

Bea no había sido capaz de dejar de mirarla desde que pisara su barco. Le atraía su olor, su forma de moverse, el color de su piel.

-¿Por qué estás sola aquí? ¿Tu barco funciona?

La sirena torció el gesto, indicó con la mano que algo fallaba bajo la cubierta de los motores.

-Si quieres podemos echarle un vistazo –se ofreció Paco-. Bueno, Fernando, yo no sé mucho de barcos, jeje.

El chico bajó la mirada aunque para ello tuviera que apartarla de los labios de Lamia. Sintió el color ruborizar sus mejillas y el calor estremecer sus piercings.

-Sí, claro –intervino Fer-. Podemos mirarlo… Claro.

Estaban embelesados. Los tres, parados en mitad de la bañera del escueto velero, contemplando a ese ser irreal que parecía de otra dimensión. La joven asintió con la cabeza y sonrió.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? –le preguntó Fernando. Ella alzó las cejas y torció los labios en una mueca preciosa. Demasiado, demasiado tiempo. Se apartó el flequillo dorado de la cara y dejó caer los brazos junto a las caderas, apenas acariciadas por los hilos del lazo de su minúsculo bikini.

-Bueno, quizá primero quieras comer algo- apuntó Bea-. Tenemos de todo en nuestro barco.

La muchacha asintió sin palabras, se llevó la mano al pecho en señal de agradecimiento. Los chicos no tardaron en dejarla pasar y Bea la ayudó a cambiar de barco. El tacto de su piel, su suavidad fresca, le estremeció las puntas de los dedos.

Una vez estuvieron los cuatro en el barco de Fernando, Paco y él se esmeraron en preparar la mesa mientras las chicas encontraban buena música en la radio y se ponían a bailar. Había queso, aceitunas, patatas, embutidos y frutos secos, sándwiches de pavo y pollo que había hecho la madre de Fernando y cerveza y refresco para que la fiesta no tuviera que acabar pronto. Hicieron sitio en la bañera del barco y los cuatro bailaron bajo el sol de mediodía. Se habían olvidado del día de pesca.

Llegado un momento, por efecto del alcohol o del deseo, la boca de Bea buscó la de Lamia, sus lenguas se entrelazaron en un beso húmedo y largo sin dejar de moverse. Paco y Fer se empezaron a reír, pero Lamia acalló las risas, se apartó de la chica y besó con fruición a Fernando, sus manos se aferraron al cuerpo del chico mientras apretaba contra él su pecho. A la vez, Paco atrajo hacia sí a Bea y recorrió su cuello con la lengua. Después se cambiaron, Lamia acabó manoseada por Paco, unas caricias torpes pero profundas, mientras Bea subía a horcajadas sobre Fernando y éste devoraba su pecho como la fruta prohibida.

Bea escuchó el alarido de Paco embebida por el éxtasis de la música, y cuando Fer apartó la cabeza de los senos de su amiga encontró al otro chico retorciéndose de dolor, con la mitad de la garganta desgarrada, una mano roja incapaz de contener la hemorragia, y una mujer preciosa pero ensangrentada mordiéndole la mejilla como un perro rabioso. Lamia se apartó de la cara de Paco con un trozo de carne entre los dientes, lo dejó caer al suelo entre burbujas de sangre que estallaban en su boca y se abalanzó sobre la espalda de Bea. Sus uñas afiladas se incrustaron en la piel de la chica y la arrancaron de los brazos de Fernando. Lamia la abrazó con la mano derecha mientras con la zurda le retiraba el cabello rojizo de la nuca, clavo sus dientes en ella con la furia de un lobo, mientras sorbía el fluido caliente y gruñía como una bestia.

Fernando estaba paralizado, la sangre de Bea le salpicaba en la cara manando a borbotones de las heridas. Se estremecía ante él con los ojos en blanco y los músculos agarrotados por el dolor más absoluto. La radio chillaba canciones de moda, pero Fer sólo escuchaba los estertores de Paco a sus pies y los jadeos agónicos de Bea atrapada por las fauces de aquel engendro.

Cuando Lamia se deshizo del cadáver de la chica levantó a Fernando por el cuello de la camiseta, tan ligero como una pluma para ella y le puso de pie. Le miró fijamente, esos ojos almendra inyectados en sangre se clavaron en su mente como lanzas de fuego. Su mandíbula apretada babeaba sangre, seguía sin pronunciar palabra, pero tampoco era necesario. Fer ya había comprendido lo que era una lamia, una sirena, una Lilith disfrazada.

La mujer le arrancó la camisa y le agarró de un mechón de pelo, tiró de su cabeza hacia atrás como si fuera a arrancársela de cuajo y abrió las fauces mostrando esos colmillos sanguinarios. Sus pechos, su bikini blanco, sus manos, todo empapado de la sangre de Paco y Bea. Fer apretó los párpados para no mirar, pero volvió a abrirlos estremecido por el dolor de la garra que desgarró su abdomen y empezó a revolver las entrañas en su interior. Lamia sacó una tras otra partes de su cuerpo que devoró ante sus ojos como si llevara años sin comer, una necesidad de carne y sangre humanas que tres niñatos incoscientes le habían ayudado a saciar.

El cuerpo de Fer cayó como un saco de piel vacío sobre los despojos de Bea y la masa sanguinolenta en que había quedado convertida la cabeza de Paco. La sirena subió un poco más el volumen de la radio, Leona Lewis y su Bleeding Love, sangrando amor, se dejó caer al agua y limpió su cuerpo buceando y chapoteando con las olas. Cuando volvió a subir a bordo era la misma mujer bella de antes: hermosa, radiante, limpia. Preparada para el siguiente marinero, como debía ser, como siempre desde el inicio de los tiempos.

Desató el cabo que unía el yate de Fer al suyo y conectó los motores a toda máquina. Se zambulló de nuevo en el mar y regresó a su modesto velero, tomó los últimos rayos del sol de aquel día mientras veía alejarse sin rumbo el barco de los chicos, mientras se iba convirtiendo en una mota de polvo en el horizonte con su carga de muerte a bordo.

Read more...

viernes, 13 de marzo de 2009

It, por fin al cine


Cuando uno se encuentra con noticias como ésta nunca sabe a ciencia cierta cómo reaccionar. Porque la adaptación de un libro al cine resulta siempre un trance doloroso, más penoso aún, parece, cuanto mayor es la calidad y originalidad del libro a trasladar a la pantalla. Pueden salirte peñazos de dos horas hiperfieles a la novela, tipo Código Da Vinci, que no sólo olvidan sino que maltratan el cambio natural de soporte, como te pueden salir chorizos impostados del estilo El Resplandor, que se parece a la novela lo que un culo a una castaña.

Y teniendo en cuenta esto y los resultados de las últimas adaptaciones de lo que sea al cine -La Brújula Dorada, Max Payne, The Spirit... la lista de fiascos sería eterna-, nos sorprenden con la intención de compensar una injusticia: dotar a It de una adaptación al cine que esté a la altura de la novela.

Stephen King debería haber salido escaldado de estas cosas. Raro es que alguna de sus obras sea correctamente reflejada en el cine -un buen ejemplo es La Niebla, uno malo... cualquiera-, y después del rebote que arrastra desde que Kubrick se pasó The Shining por el forro de la sobaquera no sé como se atreve a dejar en manos de otros sus derechos.

Bueno, sí lo sé. Porque no hay mayor vanidad para un autor que ver sus novelas adaptadas y en el caso de King -que vanidad tiene y mucha- mejor es ceder sus derechos a otro que encargarse él mismo del expolio, porque, la verdad, cada vez que este tipo se acerca a un plató la lía.

Antes de que llegue el turno de Cell, en algún momento de esta década y a cargo de Eli Roth, le toca a It pasar por un retoque de chapa y pintura. La película de 1990 interpretada por John Ritter y Tim Curry como Pennywise no sólo era mala y aburrida sino que se ha quedado vieja. Ahora anuncian un remake, no sabemos si más parecido a la película, a la novela o a una pesadilla de Marujita Díaz porque como premisa llevan por delante que le van a cambiar el tiempo, que pasará de 1985 a la actualidad, que van a eliminar partes del libro y no sé cuántas fechorías más.

Yo no sé de qué va esto. Además han contratado a Dave Kajganich, el guionista de Invasión, para que la escriba. Toda una promesa, vamos.

Recordemos que en la novela, un pueblillo americano está siendo amenazado por un payaso demencial, demente y muy feo. Empiezan a sucederse una serie de muertes hasta que una pandilla de niños se atreven a destruír la amenaza. Sin embargo, 30 años después, It (Eso), resurgirá con bastantes ganas de venganza. Claro, así era en el libro y en la peli para Tv de los noventa. ¿Qué narices van a hacer ahora?

En todo caso, como no podía ser menos, recomiendo leerse el libro y dejarse de engañabobos.

Read more...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Letras de Sangre: Yo Mato




"Para curar mi mal, YO MATO"

A menudo la literatura de Terror se nutre de ideas convencionales y manidas, de psicópatas enfadados con el mundo o de criaturas irreales -ya sean fantasmas o fantoches- con el único propósito de cargar las páginas de gore, casquería y una pretendida tensión.

Pero cuando un autor con ciertas luces consigue dar con los personajes adecuados, cuando sabe pintarlos y darles forma y para colmo colocarlos en el escenario oportuno y en el momento justo... Si encima sabe contar la historia estamos ante una gran novela.

Algo así consigue Giorgio Faletti con su primera novela, Yo Mato.


Io Uccido, Yo Mato, es una novela radiada, la historia de un caso atroz que transcurre en el Principado de Mónaco, entre yates de lujo y fajos de billetes, cuyo transcurso la policía sólo puede seguir por la radio.

Montecarlo es un lugar paradisíaco, eso lo sabemos todos. Sin embargo la ciudad del Gran Casino también oculta sus secretos. En este caso la existencia de una de las más violentas y vengativas mentes criminales. Los cadáveres empezarán a acumularse en sus muelles y bahías, siempre acompañados de una llamada anónima al locutor de Radio Montecarlo, llamadas con las que un tal Ninguno anunciará a través de un enigma musical la localización del siguiente asesinato.
Esta es una de las genialidades de la obra, de este libro tan cinematográfico que una vez comenzado no se puede soltar.

En Yo Mato no existe un único protagonista, podríamos hablar de Frank Ottobre, el agente del FBI medio retirado por la trágica muerte de su esposa, o de su amigo Nicolas Hulot, quien deberá dirigir la investigación. Probablemente el personaje más interesante sea Jean-Loup Verdier, el locutor de Radio Montecarlo que recibe las misteriosas llamadas de ese enigmático Ninguno, antes de cometer cada asesinato.

Faletti se toma su tiempo en presentar a cada uno de los personajes, principales o simples víctimas, en contarnos su pasado, sus logros, sus pecados, haciéndonos partícipes de sus vidas, a menudo justo antes de que Ninguno las extinga. Consigue así transmitir cierta empatía por algunos de ellos que no hace otra cosa que implicarnos todavía más en la trama.
Una trama directa, sin dobleces, con un importante elemento personal, reflexivo, sobretodo en lo que se refiere al fracasado policía, al hombre que lo ha perdido todo. Pero también respecto a ese magnífico Ninguno, un villano a la altura del mejor Lecter en el que la maldad y la codicia se entremezclan de un modo sádico y fenomenal.

Pero sin duda Yo Mato es ante todo un entretenimiento apabullante, envolvente, una lectura amena y adictiva, un libro perfectamente engrasado en el que tanto las partes de pura acción como las más introspectivas o deductivas encajan perfectamente para dar forma a un trhiller sin igual.

Para no variar, los americanos están preparando ya su salto a la gran pantalla, y tiempo se han tomado, porque la novela es de 2002 y la película, dirigrida por Jon Avnet, se estrenará el año que viene, eso sí, con George Clooney, Hugh Jackman y como sale un francés, Jean Renó.


Yo Mato. Una novela altamente recomendable.







Read more...

domingo, 8 de marzo de 2009

Monstruos de Papel: El Hombre Lobo


De entre todas las criaturas legendarias, de entre todos los Terrores de papel o celuloide, el Hombre Lobo debe convivir con unas características muy especiales. Si bien Frankenstein es como le han hecho, si Drácula es en lo que se ha convertido o el Doctor Jekyll es lo que ha querido ser, el Licántropo es un ser enfermo, preso de una maldición, incapaz de luchar contra su naturaleza y condenado a vivir siempre a merced de los caprichos de la luna y del instinto voraz de un depredador sin escrúpulos.

El Hombre Lobo es un ser desdichado, confuso, un espíritu incomprendido cuya única esperanza, a menudo, solamente puede ser la muerte.

A la hora de etiquetar al Hombre Lobo es difícil colocarlo en la casilla de Monstruos de Papel o de Celuloide. Cierto es que no hay ninguna novela dedicada en exclusiva al Hombre Lobo que haya alcanzado fama mundial y al que este ser deba su existencia. No es Drácula o Frankenstein. Pero también sería injusto tildarlo simplemente de Monstruo de Celuloide, obviando así toda una larga lista de apariciones e intervenciones tanto en la literatura como, sobretodo, en el folclore popular.

Las leyendas sobre seres humanos que se convierten en lobo o en otro animal por efecto de la luna o de cualquier otra maldición, se remontan tan atrás en el tiempo como el mito de los vampiros, con quienes el Hombre Lobo está muy emparentado. Ya Herodoto habló de una tribu capaz de convertirse en lobo a voluntad y existen leyendas sobre licántropos en prácticamente todos los países del globo. ¿Por qué? ¿Sólo casualidad? Lo cierto es que su existencia es uno de los mitos más universales.

¿Por qué el lobo? No termina de verse claro. Por su fuerza, por su inteligencia... El lobo es un animal temido y respetado en cuanto a ladrón de ganado, depredador de aldeas, perrazo enorme con colmillos como púas. El lobo puede acechar de noche, ser sigiloso, y escabullirse entre las sombras. Supongo que en la antigüedad del mito se encuentra su explicación. Sería raro que una leyenda así surgiera hoy en día, en la modernidad de una gran ciudad. Hoy, que los vampiros beben sangre embotellada, el Hombre Lobo visitaría periódicamente al psiquiatra -o al veterinario, no sé-, llevaría en el bolsillo su botecito de pastillas antimaldiciones licántropas y se haría la fotodepilación en Dermoestética. Pero hace unos siglos, en época de tienieblas y miedo a lo desconocido, el Hombre Lobo era el Rey.

Los motivos por los que un hombre o mujer se transforman en lobo en ocasiones, varían según las culturas y sobretodo según la época. Si antaño se creía en la magia y en las maldiciones como origen del mal, con la llegada de la ficción moderna se depositaron todas las culpas en la luna. Así, el licántropo se convirtió en un tipo normal, huraño y aislado pero no peligroso, que tras ser mordido por un lobo, con la llegada de la luna llena pierde el control sobre su mente y su cuerpo y sufre una dolorosa transformación.

Sobre el aspecto del Hombre Lobo también hay severas discrepancias. Para uno el hombre pierde toda su condición humana y queda convertido completamente en lobo. Cuadrúpedo y lleno de pelo, me refiero. Un perro enorme. Sin embargo para otros la tranformación es más sutil, aunque mucho menos estética, y el Hombre Lobo no sería más que un tipo muy feo y desgarbado con las manos, la cara y demás recubiertos de vello. Y eso sí, muy malas pulgas.

Esta es la versión que tenemos por más popular en parte debido al cine, supongo porque queda mejor en pantalla o porque mole más tener a un Benicio del Toro, Jack Nicholson o Lon Chaney Jr. debajo de todo ese maquillaje. Yo por mi parte prefiero la transformación completa, aún corriendo el riesgo de chapuzas digitales como en Underworld o en Van Helsing. Pienso que un licántropo es eso, un humano que se convierte en lobo. Es el Hombre Lobo, no el Hombre Peludo. Es como si el vampiro, al convertirse en murciélago, lo hiciera en un quiróptero de metro ochenta con camisa y pantalones rotos. Sería raro. ¿Me explico?


En lo qué sí que parecen ponerse de acuerdo las leyendas más tradicionales y la ficción actual, ya sea cine o literatura, es en la manera de librarse de la maldición. Hay dos: o utilizar una serie de ensalmos, rituales, brebajes o amuletos, que no suelen dar un resultado aceptable a la larga, o la solución definitiva, que el bicho la palme.

Y aquí es donde entra, como en todos los seres montruosos de leyenda, el juego laxo pero fructífero de cómo hay que matar al sujeto. Está formalmente extendido y aceptado que al Hombre Lobo sólo le afecta la plata, pero aquí ya vale de todo, pueden ser balas, espadas, palos o cuchillos de pelar patatas.


Algo de lobo creo tener yo también, porque estoy seguro de que si me disparan con balas de plata me matan. Pero lo que nunca he sido capaz de entender es que si el Hombre Lobo en el fondo es un tipo normal, enfemo o maldito pero no es Superman, por qué coño no se le puede matar con balas normales, prendiéndole fuego o cortándole la cabeza. Que no me imagino yo al licántropo cazando por ahí en las noches de luna llena si yo tengo su cabeza rebanada guardadita en una lata.

Pero en fin, esa es la riqueza del mito. La grandeza de un Monstruo universal que lleva tantos siglos dando guerra por ahí que no me va a extrañar lo de la plata.


Para concluír, pienso que deberíamos reivindicar entre todos el papel del Hombre Lobo en la cultura popular, en especial en el Terror popular. Porque vale que no tendrá el encanto de Drácula o la fuerza de otros mitos, no tiene una montaña de novelas magníficas a sus espaldas, como sí le sucede a los vampiros o a los muertos vivientes, y las películas sobre licántropos nunca terminan de despegar y convertirse en grandes éxitos. Sin embargo el Hombre Lobo forma parte del imaginario del Terror como miembro de puro derecho, participa como secundario en casi todas las grandes sagas, desde Harry Potter a Crepúsculo y en un sin fín de filmes y novelas.

Quiero un voto de apoyo para uno de los grandes Mitos del Terror y que no quede siempre a la sombra de vampiros o maltratado por las garras digitales del cine de Hollywood.


El Hombre Lobo de Benicio del Toro y Underworld 3: La Rebelión de los Licántropos serán buenas oportunidades de comprobarlo.

Read more...

viernes, 6 de marzo de 2009

Cómics de Terror: Hack/Slash

Empezamos la sección, tan en boga en los últimos años, de los Cómics de Terror. Historietas, novelas gráficas y colecciones enteras de las que el cine fantástico se ha nutrido recientemente y que a la mayoría de nosotros nos han pasado desapercibidas hasta verlas en pantalla. Ejemplos tenemos de sobra, desde Hellboy, V de Vendetta o Sin City hasta la más reciente Watchmen, por no hablar de la revolución de Manga.

Muchas beben de la literatura y el cine y algunas son verdaderas obras de culto. Conclusión: hay vida después de DC o Marvel.




La mayoría de nosotros hemos crecido viendo cine de Terror en el que un ser más o menos humano, a veces incluso un muñeco, se dedicaba a acuchillar, trocear, decapitar y cualquier otro tipo de muerte atroz, a un generoso puñado de impúberes y virginales adolescentes durante dos, tres, cinco y hasta diez secuelas.

Interrumpían sus arrumacos en los autocines, cortaban de cuajo las caricias inocentes de la niñera y su novio, capitán del equipo de fútbol, eliminaban a todo el grupo de animadoras o sacrificaban uno por uno a todos los que se portaron mal el verano pasado. Leñe, si a menudo no les dejaban tranquilos ni durante sus sueños.

Para colmo, estos insensibles amigos de la muerte tenían la irremediable costumbre de resucitar cada pocos años, daba igual de qué manera la palmaran en la entrega anterior. Ya podías quemarlos, ahogarlos, enterrarlos o mandarlos al espacio, siempre había un oportuno guionista capaz de dar con el milagro.

Pues bien, con Hack/Slash, eso se acabó.

Cassie Hack es una misteriosa jovencita con un pasado complicado y una mala leche de dos pares de cojones. Recorre Estados Unidos en compañía de su fiel Vlad -un tipo enorme de aspecto aterrador, pero en el fondo un buenazo- a la caza y captura de los más famosos asesinos en serie, los slashers.


Hack/Slash ha tenido un tremendo éxito en USA, su mezcla de acción con humor negro con gore le ha hecho merecedor de la nominación a mejor comic en los Scream Awards 2008. Ya se ha publicado en castellano y aquí os lo podéis descargar.

A mí su idea me parece acojonante. En Hack/Slash los cazadores son cazados, además con sus propias armas. Y es que entre Cassie y Vlad son capaces de descargar unas ondonadas de hostias y mala baba como pocos, en especial contra los slashers más serios y reputados del cine de terror.


Sí, en este cómic podemos ver a Cassie corriendo a gorrazos a Re-Animator o al mísmisimo Chucky, el Muñeco Diabólico.


La calidad de Hack/Slash está siendo tan valorada que ya se anuncia su película -tenía que caer- para 2009. Y atentos, porque entre los nombres que se barajan para dar vida y rellenar las curvas de esta atractiva y sexy cazadora de slashers están los de Natalie Portman, Kate Beckinsale y, cómo no, Megan Fox, que parece estar especializándose en adaptaciones de cómic a cine. ¿Votaciones?


No escribo mucho más, mejor ver las ilustraciones.


Read more...

  © Blogger templates Psi by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP